Al Pie del Támesis… y con apuro

Hace unas semanas atrás decidí que era tiempo de ir a ver «Al pié del Támesis», una de las obras de teatro que había dado que hablar en la Caracas del 2008, en parte porque su autor, Mario Vargas Llosa, había asistido a su estreno. Y con todo el estremecimiento producto de su visita, por sus posturas políticas no por sus obras literarias, había generado un aluvión de publicidad gratuita para el montaje. La tarima era la del Teatro Trasnocho, un sitio con demasiadas ínfulas para la estructura y capacidad que realmente posee, pero que ha aglutinado la oferta teatral en una ciudad con poca oferta de obras sobre las tablas. Hay que reconocerlo, el teatro en Venezuela es un arte menor, sin ninguna comparación con la vida similar que poseen otras capitales del continente, en donde hacia el sur el Teatro es un arte mucho más preciado que las alternativas sobre pantalla grande, y ya eso es bastante que decir.

«Al Pie del Támesis», además, posee una pareja muy reconocida por sus apariciones en televisión, lo que también es un gancho para el público, el cual a varias semanas de su estreno aun abarrotaba una d elas pequeñas salas del Trasnocho Cultural. La escenografia simple, cosa que no me molestó en absoluto, pues aprecio la potencialidad del minimalismo. La historia sencilla y predecible, cuyo desarrollo y final ya lo contaba el programa de mano, en esa manía que tenemos por el trópico de no poder «extender el placer haber visto» -lo que afirman es una buena crítica-, con sencillamente relatar todo el argumento de la obra, como hace el 90% de los embadurnadores de cuartillas culturales. La historia versa alrededor de dos personajes, cosa que encallejonaba la calidad de la obra en la versatilidad de los dos actores principales. No sé si don Vargas Llosa observó la misma obra que yo, pero bajo esa luna, de un viernes a las 10 de la noche, la actuación tanto de Carlota Sosa como de Iván Tamayo fue atropellada, por intentar decirlo elegantemente. Cada uno, casi, escupía el diálogo a ráfagas, lo que restaba intensidad dramática e irrespetaba lo que creo eran los «tempos» de cada una de las escenas. Como la he visto una sola vez, no puedo comparar esa actuación con la de otros días, pero fue como si antes de la función que me tocó, ambos actores se hubieran puesto de acuerdo para terminar más temprano de lo habitual, apurando todo el desarrollo de la obra.

Pero aunque sólo haya sido esa noche, haber puesto el pie en el acelerador constituyó una ofensa para ese público que sólo apuesta una vez por el repertorio. Los actores tienen malas noches, como todos, pero como espectador, mi opinión de la obra no es la mejor, una triste decepción pues no pongo en duda la estirpe de Carlota Sosa, la mala eterna de las telenovelas.

Mis opiniones sobre el respetable las guardo para otro post, en los que no tenga ninguna idea sobre qué escribir y tenga que recordar como esa noche, como en otras noches, la audiencia se reía a mandibula batiente frente a escenas que no tenían ningun atisbo de comedia, sino todo lo contrario. Eso siempre me pasa en el cine, pero en teatro uno esperaría mayor bagaje entre la audiencia. Pero como dice la canción: Esto es lo que hay.


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