Eufemismos y teorías de cambio

Eufemismo es, según el diccionario de la Real Academia Española, la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. La política internacional, pero especialmente la venezolana ofrece muchos ejemplos sobre estos giros semánticos. El gigantesco aparato de propaganda del chavismo ha sido, básicamente, una fábrica de eufemismos. En el 2016 la importación de más del 70% de lo que comían los venezolanos se calificó como “soberanía alimentaria”. O más recientemente, cuando el racionamiento de luz es nombrado como “redistribución de la carga eléctrica”.

Si la cultura política bolivariana es una profundización, hasta nuevas fronteras, de la que ya existía en la llamada IV República, paradójicamente su influencia es perceptible en el liderazgo democrático del país. Además de la opacidad, falta de transparencia y ausencia de mecanismos participativos para la toma de decisiones, diferentes protagonistas de la vida pública se niegan a expresar, con claridad, cuál es su estrategia para el regreso de la democracia. Un caso: Si escuchamos declaraciones sobre la “necesidad de construir plataformas competitivas para las elecciones” tendremos que hilar fino para, finalmente, descubrir que se está criticando el liderazgo de María Corina Machado. Las audiencias retuitean frases rebuscadas que rechazarían si los voceros le hablaran “claro y raspado”.

En este artículo vamos a intentar sintetizar las teorías de cambio político que hemos leído y escuchado en diferentes escenarios, lo que está detrás de la grandilocuencia y los malabarismos verbales. Dos advertencias previas. Leerán a continuación “tipos ideales”, modelos creados a partir de la exageración o acentuación de uno o más rasgos, simplificados para facilitar el análisis. Por ello el tuitero de su preferencia pudiera tener características de más de una. Lo segundo, es que todas tienen detrás de sí una racionalidad política legítima. Quienes comulgan con ellas creen, de buena fe y por una suma de argumentos, que es el camino exitoso para el retorno del estado de derecho y el bienestar del país. Dicho lo anterior, creemos que las teorías de cambio actualmente presentes en el campo democrático son:

1) Teoría de cambio 2030: Impulsada por aquellos que sostienen la dificultad de una transformación a corto plazo y que, por lo tanto, habría que generar las condiciones que lo hicieran posible a mediano término, las elecciones del año 2030. Los actores productivos sugieren que la estabilización de la economía traería, como consecuencia, aspiraciones democratizantes -inclusive y especialmente- en la generación de relevo del chavismo; la disminución de la migración forzosa y la planificación bajo un Estado proteccionista, en el sentido de impedir la libre competencia con el mercado internacional, dada las debilidades del empresariado criollo. Los actores políticos consideran que el diálogo, y la concesión de incentivos a las autoridades, mejorarían las oportunidades para ir ocupando, progresivamente, espacios de influencia. Para ambos una transición ahora sería un “salto al vacío”, generando una crisis de gobernabilidad, costosa financiera y políticamente. Asimismo, los 2030 tienen una profunda desconfianza por los actores que protagonizan la arena pública, especialmente los de oposición, por lo que apuestan a un relevo.

2) Teoría de cambio dialoguista: Es aquella que sostiene que, independientemente del resto de las dimensiones del conflicto, la realización de acuerdos con el gobierno es suficiente para generar nuevas realidades políticas. Se diferencia de la anterior porque no se ha planteado un horizonte temporal de resultado, sino una lógica de proceso continuo, con logros o victorial parciales expresados en los acuerdos mismos. Están convencidos que el chavismo tiene vocación democrática, acorralada y puesta a la defensiva por excesos de la oposición. Por alimentar la importancia de los diálogos, y justificar las inhabilitaciones, repiten la tesis que “Maduro estaría buscando un contendiente contra el que perder”. Además, intuyen que la llegada al poder de alguno de los actores opositores traería consecuencias peores que el mantenimiento en el poder del actual oficialismo. Si bien pueden dudar de ambos bandos, sus mayores niveles de desconfianza y criticidad los ubican en el lado opositor. El conflicto venezolano se explicaría por una adaptación de la teoría argentina de los “Dos demonios”. Y se resolvería cuando el chavismo tenga los incentivos suficientes para lograr que el “costo y atractivos de irse en el poder sean mejores que el costo de permanecer en él”. Han liderado públicamente el lobby contra las sanciones y de manera privada erosionan el trabajo de los mecanismos internacionales de protección, como la Corte Penal internacional.

3) Teoría de cambio movimientista: Es aquella que considera que el fortalecimiento de la acción de la sociedad venezolana es la determinante para la realización de acuerdos, y no al revés. Por tanto, valoran los procesos de negociación y acuerdos como proceso -de cohesión interna- y como resultado. Están convencidos que el cambio a corto plazo es posible si se logra un “momentum” en el que coincida un liderazgo político y social que ha logrado mecanismos óptimos de coordinación, una amplia base social que ha recuperado la confianza tanto en su liderazgo como en la propia posibilidad del cambio y una comunidad internacional, incluyendo los países de América Latina, sintonizados en la exigencia abierta de elecciones libres. Esta confluencia es la que lograría las condiciones necesarias para una transición en el país. A pesar que reconocen los errores y debilidades de la oposición, se diferencian de los anteriores porque razonan que el país no puede esperar mucho tiempo por un cambio y que los actores con los que hay que empujarlo son los que están a la vista.

4) Teoría de cambio salida por la izquierda: Es la enarbolada por quienes privilegian un análisis ideológico del conflicto venezolano. Según esta manera de pensar Hugo Chávez inició y lideró un proceso de transformaciones correcto, que luego de su ausencia ha tomado otra dirección, bajo un espíritu patrimonialista del Estado. El objetivo sería impedir que “la derecha” vuelva a la presidencia del país y postular una vuelta a las raíces del proyecto bolivariano, mediante una radicalización hacia la izquierda protagonizada por el poder popular. Privilegian su identidad antiimperialista sobre cualquier otra, y el conflicto se explicaría por la lucha mundial contra el neoliberalismo, desarrollada en diferentes escenarios. Por razones estructurales no apoyarían ni realizarían alianzas con la oposición, aspirando a tender puentes y masa crítica con lo que califican como sectores revolucionarios del chavismo y los miembros nacionalistas de las Fuerzas Armadas.

Para entender lo que los influencers políticos le quieren decir, no debería tener permanentemente un diccionario bajo el brazo, ni ser asesorado por el poeta Rafael Cadenas. Exíjales que le hablen claro, cuál es el diagnóstico que hacen a lo que se enfrentan y cuál debería ser, aunque sea a grandes rasgos, la estrategia para superarlo. El campo democrático debe aglutinarse en torno de alguna. Pero la primera condición para ello es saber cuál es.

Publicado en Tal Cual


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