El derecho a ser chavista

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Columna de Provea en Correo del Caroní redactada por Rafael Uzcátegui

A comienzos de la semana pasada asistimos a una interesante conferencia, en la sede del Centro Gumilla de Caracas, sobre cómo ajustes en materia económica no afectaran a los sectores de menores recursos. Durante la ronda de intervenciones del público una señora, afectada por la difícil situación del país preguntó, en tono censor, si entre la audiencia se encontraba algún oficialista. Cómo el sentido de la interrogante sugería que los afectos al gobierno deberían ser discriminados, varias personas de la sala, miembros de la casa, les dijeron que ellos eran bolivarianos –sin realmente serlo-.

El episodio es sintomático y nos permite compartir una reflexión sobre la necesidad de rechazar la discriminación en cualquiera de las formas que se presente. En este texto nos referiremos específicamente a la segregación por razones políticas.

Desde 1998, especialmente acelerada tras los hechos del año 2002, se ha configurado en Venezuela una sistemática campaña de discriminación por razones políticas. Resumiendo, la vocería del gobierno bolivariano ha entendido la política que promueven como una supuesta confrontación entre dos modelos: El socialista, que ellos representan, versus el capitalista, que según su razonamiento identifica a todos los que cuestionan al bolivarianismo. Como el proyecto socialista afirma contener todas las respuestas para que hombres y mujeres vivan en igualdad, plenitud y felicidad, quienes no se adhieren a él serían egoístas enemigos de la humanidad, y ser tratados como tales, candidatos a la neutralización y eliminación simbólica y, en algunas ocasiones, física. Los refractarios, a su vez, son divididos en dos bandos: Los que no habrían reconocido las “bondades” del proyecto por estar confundidos y mal informados y los enemigos irreconciliables, categoría a la que pertenecerían todos los críticos y críticas públicas del modelo.

Esta visión dicotómica del conflicto, secularizada de la propia mirada religiosa que divide al mundo entre fieles y herejes, genera las condiciones para una sistemática violación del principio de no discriminación inherente a la vigencia de los derechos humanos. Por esta razón, en el año 2012, Provea tituló a un informe que hacía un balance de las políticas en la materia por parte del gobierno “Inclusión en lo social, exclusión en lo político”. Las consecuencias de la discriminación se encuentran a todos los niveles: Desde la listas de nombres de personas no oficialistas que son excluídas de las políticas públicas, los obstáculos para la erogación presupuestaria a instituciones cuyas direcciones no pertenecen a los partidos del polo patriótico, prohibición para realizar manifestaciones en territorios controlados por el oficialismo, ocultamiento deliberado de información que debería ser de acceso público para que no sea utilizado por los infieles, cierre de los canales de diálogo a todos los niveles y uso del sistema nacional de medios públicos para descalificar a los disidentes. La discriminación se ha unido a la militarización de la sociedad, por lo que el liderazgo oficialista promueve la idea de estar librando una batalla permanente contra el otro sector de la sociedad. Por tanto, que las personas que dicen cuestionar el modelo bolivariano promuevan una discriminación de signo contrario es no haber entendido nada de las razones profundas de la crisis venezolana.

En segundo lugar insistimos que esta visión discriminatoria es promovida sólo por un sector del liderazgo gubernamental y, en cambio, no es compartida por amplias parcelas del movimiento bolivariano: No sólo por su tamaño cuantitativo, nos guste o no nos guste un sector considerable del país, sino porque la ideología bolivariana es legítima como propuesta política, tanto como cualquier otra. Sus contradicciones y abusos en el ejercicio del poder deben ser denunciadas, de la misma manera en que se han visibilizado los excesos de gobierno de portadores de otras ideologías. Como dijo alguien en otro momento, las ideas deben ser discutidas apasionadamente, pero los hombres y mujeres deben ser respetados escrupulosamente.

Por esto afirmamos que ser chavista hoy, o ser chavista, mañana es un derecho de quienes se identifican de esa manera. El mismo derecho que tienen los que piensan diferente a ellos y ellas y escogen una identidad política diferente. Como cualquier otra ideología tiene ideas positivas e interesantes a rescatar, que pueden fusionarse con otras. Y como cualquier otra ideología tiene elementos opresivos y negadores de sus propias promesas de redención. Y eso es así porque ninguna ideología, ninguna, por si misma puede abarcar a toda la complejidad de la experiencia humana. Por ello siempre serán limitadas a la hora de responder a los cambiantes retos de la sociedad.

La Venezuela posible necesita del concurso de todas las personas: Chavistas, opositores, Ni-nis, inclasificables. Tras década y media de chantajes polarizantes tendremos que aprender a vivir y valorar la diversidad y pluralidad, base de toda democracia y realidad de las comunidades humanas. Quien haya cometido delitos y violaciones de derechos humanos tendrá que responder por ellos, pero esto no invalida al conjunto del sector político del que provienen.


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