Naciones Unidas estableció que cada 31 de octubre se celebrara el Día Mundial de las Ciudades, como una oportunidad de reflexionar sobre el valor de las urbes en el desarrollo sostenible y el disfrute de los derechos humanos. El impacto del Covid-19 ha dirigido esta conversación hacia el papel de las comunidades territoriales en las respuestas a la pandemia: “Este Día Mundial de las Ciudades reflexionemos sobre los valores comunitarios que van desde el voluntariado local y las personas que se organizan en sus propios vecindarios, hasta los movimientos sociales que desafían la pobreza y el racismo”, expresa el sitio web de la ONU.
Venezuela recibe este Día Mundial de las Ciudades con entornos inseguros para mantener las medidas de protección frente al Coronavirus. Uno de los efectos de la Emergencia Humanitaria Compleja ha sido el profundo deterioro en la prestación de servicios básicos, con lo que a centenares de familias venezolanas se les hace difícil el lavarse las manos, acción básica para prevenir el contagio. La ONU sugiere que “se puede utilizar estratégicamente el valor de las comunidades a través del compromiso de políticas con un lugar central tanto en la toma de decisiones como en su implementación”.
Es poco útil llorar sobre la leche derramada sin empezar a construir una alternativa. La destrucción del tejido cooperativo de las comunidades debe ser sustituido por un proceso verdaderamente participativo, sin discriminación de ningún tipo, en la Venezuela del mañana. Como sugiere Naciones Unidas: “La acción a nivel local y los grupos diversos serán fundamentales para lograr una urbanización sostenible y la recuperación de la COVID-19, pero deben habilitarse y empoderarse a través del cambio de políticas, de los recursos financieros y la voluntad política”.
